Como se adelantó en la primera parte de este artículo, en ésta se exponen unas orientaciones iniciales para el empleo correcto del actualismo:
1. La ausencia de una explicación de mayor calidad
Si ante un fenómeno en apariencia nuevo no se encuentra una exégesis mejor por otra vía, puede emplearse el actualismo para intentar dilucidarlo. Claro está, los resultados que se extraigan deberán tomarse con las debidas precauciones. Es decir, como una posible aclaración o como la mejor explicación hasta el momento.
2. Un contexto idéntico o razonablemente similar en ambos fenómenos a comparar
Así pues, en las mencionadas tribus de cazadores-recolectores, si la tribu del presente habita en un ecosistema tropical y la del pasado se desenvolvió en uno glacial, no deberían atribuirse los hábitos alimentarios de la primera a los de la segunda. La razón es que los sujetos del ecosistema tropical se decantarán por una dieta más herbívora (rica en frutas y verduras), mientras que los del glacial lo harán por una más carnívora (ante la escasez de vegetales). Es obvio que asimilar la alimentación de unos a la de otros sería un ejercicio incorrecto de actualismo.
3. Tener un cierto conocimiento de ambos fenómenos, sobre todo del actual
Cuanto mejor conozcamos el fenómeno presente, mayores posibilidades habrá de que la comparación resulte satisfactoria. Un conocimiento deficiente del suceso actual implica una alta probabilidad de que se cometa un mal uso del mismo. Entre ambos hechos, el más importante para una comparación adecuada es el del presente pues con él pretendemos desentrañar los enigmas del hecho acontecido. Por supuesto, esto no implica que el conocimiento del suceso pasado carezca de importancia. Un ejemplo de ello lo tenemos en el comentado velocirraptor. La comparación con las aves actuales nos aportó abundante información sobre su diseño y modo de desplazamiento. Sin embargo, hasta que no se descubrieron fósiles de velocirraptores con impresiones de plumas no se pudieron añadir éstas a su morfología, las cuales constituyeron un complemento esencial de su diseño.
4. Contar con los últimos avances científico-tecnológicos
Cuando se pretende establecer una comparación, no debe hacerse al margen de los adelantos más recientes. Las explicaciones que aporta la ciencia a lo largo del tiempo son acumulativas y, en menor medida, cambiantes. El caso del velocirraptor nos vuelve a arrojar luz al respecto: si nadie hubiera considerado que era un dinosaurio emplumado y se hubiera aplicado el actualismo al margen de este dato clave, es muy posible que futuras explicaciones hubieran resultado falsas. Por otra parte, los últimos adelantos científico-tecnológicos no sólo aportan más información para realizar unas analogías más precisas, sino que refuerzan la calidad de los resultados que ofrece el actualismo.
5. Procurar que exista el menor número de contradicciones en la comparación
Si al ejecutar una comparación nos topamos con datos y/o resultados que cuestionan o debilitan la tesis que se quiere demostrar, es bastante probable que estemos errados y que no sea pertinente emplear el actualismo.
Una vez observados los requisitos anteriores, cabría preguntarse ¿qué valor tiene entonces el actualismo como método de investigación?. La respuesta no es sencilla. Si se aplica correctamente su valor puede superar incluso al de un experimento o un estudio epidemiológico. Es evidente que, desde una perspectiva histórica, ha permitido obtener información muy útil para reconstruir distintos aspectos del pasado. Gracias al actualismo comprendemos de un modo aceptable cómo vivían los distintos antepasados del Homo sapiens sapiens, los dinosaurios y otros animales prehistóricos, etc. Por desgracia, también es cierto que a menudo se ha empleado a la ligera, con abuso o de manera equívoca. Cuando la información en que se apoya el actualismo es escasa y/o incorrecta, los resultados extraidos pueden caer en el disparate, como ocurrió con las reconstrucciones iniciales del iguanadon. Por suerte, la ciencia aporta paulatinamente más y mejor información. Ello hace que el actualismo se transforme de manera progresiva en una herramienta cada vez más eficaz, con la cual los errores cometidos en su uso pueden subsanarse a la vista de informaciones más recientes. Es lo que sucedió con las reconstrucciones posteriores del iguanadon que, merced al actualismo, desembocaron con un diseño cada vez más correcto y preciso.
Si ante un fenómeno en apariencia nuevo no se encuentra una exégesis mejor por otra vía, puede emplearse el actualismo para intentar dilucidarlo. Claro está, los resultados que se extraigan deberán tomarse con las debidas precauciones. Es decir, como una posible aclaración o como la mejor explicación hasta el momento.
2. Un contexto idéntico o razonablemente similar en ambos fenómenos a comparar
Así pues, en las mencionadas tribus de cazadores-recolectores, si la tribu del presente habita en un ecosistema tropical y la del pasado se desenvolvió en uno glacial, no deberían atribuirse los hábitos alimentarios de la primera a los de la segunda. La razón es que los sujetos del ecosistema tropical se decantarán por una dieta más herbívora (rica en frutas y verduras), mientras que los del glacial lo harán por una más carnívora (ante la escasez de vegetales). Es obvio que asimilar la alimentación de unos a la de otros sería un ejercicio incorrecto de actualismo.
3. Tener un cierto conocimiento de ambos fenómenos, sobre todo del actual
Cuanto mejor conozcamos el fenómeno presente, mayores posibilidades habrá de que la comparación resulte satisfactoria. Un conocimiento deficiente del suceso actual implica una alta probabilidad de que se cometa un mal uso del mismo. Entre ambos hechos, el más importante para una comparación adecuada es el del presente pues con él pretendemos desentrañar los enigmas del hecho acontecido. Por supuesto, esto no implica que el conocimiento del suceso pasado carezca de importancia. Un ejemplo de ello lo tenemos en el comentado velocirraptor. La comparación con las aves actuales nos aportó abundante información sobre su diseño y modo de desplazamiento. Sin embargo, hasta que no se descubrieron fósiles de velocirraptores con impresiones de plumas no se pudieron añadir éstas a su morfología, las cuales constituyeron un complemento esencial de su diseño.
4. Contar con los últimos avances científico-tecnológicos
Cuando se pretende establecer una comparación, no debe hacerse al margen de los adelantos más recientes. Las explicaciones que aporta la ciencia a lo largo del tiempo son acumulativas y, en menor medida, cambiantes. El caso del velocirraptor nos vuelve a arrojar luz al respecto: si nadie hubiera considerado que era un dinosaurio emplumado y se hubiera aplicado el actualismo al margen de este dato clave, es muy posible que futuras explicaciones hubieran resultado falsas. Por otra parte, los últimos adelantos científico-tecnológicos no sólo aportan más información para realizar unas analogías más precisas, sino que refuerzan la calidad de los resultados que ofrece el actualismo.
5. Procurar que exista el menor número de contradicciones en la comparación
Si al ejecutar una comparación nos topamos con datos y/o resultados que cuestionan o debilitan la tesis que se quiere demostrar, es bastante probable que estemos errados y que no sea pertinente emplear el actualismo.
Una vez observados los requisitos anteriores, cabría preguntarse ¿qué valor tiene entonces el actualismo como método de investigación?. La respuesta no es sencilla. Si se aplica correctamente su valor puede superar incluso al de un experimento o un estudio epidemiológico. Es evidente que, desde una perspectiva histórica, ha permitido obtener información muy útil para reconstruir distintos aspectos del pasado. Gracias al actualismo comprendemos de un modo aceptable cómo vivían los distintos antepasados del Homo sapiens sapiens, los dinosaurios y otros animales prehistóricos, etc. Por desgracia, también es cierto que a menudo se ha empleado a la ligera, con abuso o de manera equívoca. Cuando la información en que se apoya el actualismo es escasa y/o incorrecta, los resultados extraidos pueden caer en el disparate, como ocurrió con las reconstrucciones iniciales del iguanadon. Por suerte, la ciencia aporta paulatinamente más y mejor información. Ello hace que el actualismo se transforme de manera progresiva en una herramienta cada vez más eficaz, con la cual los errores cometidos en su uso pueden subsanarse a la vista de informaciones más recientes. Es lo que sucedió con las reconstrucciones posteriores del iguanadon que, merced al actualismo, desembocaron con un diseño cada vez más correcto y preciso.