lunes, 15 de junio de 2009

Tratamiento de la osteoporosis incidiendo en la serotonina

La osteoporosis es una enfermedad muy frecuente en las personas mayores. En algunos casos llega a producir lesiones y/o dolores que incapacitan al enfermo para llevar una vida normal. Esta patología se caracteriza por un descenso de la masa ósea debido a una intensa resorción de la misma (catabolismo óseo), la cual no se ve compensada por la formación de nueva masa ósea (anabolismo óseo).
Se ha observado que la serotonina producida en el intestino (SPI) inhibe la formación de hueso. Es por ello que si se consigue impedir la ación de la SPI es probable que se pueda combatir la osteoporosis. En el organismo, la SPI se origina gracias a diversas enzimas que actúan de manera consecutiva. La primera de ellas es la triptófano hidroxilasa. Así pues, tomando esta enzima como diana, el equipo de investigación de Vijay y colaboradores sintetizó una pequeña molécula a la que denominaron LP533401. Ésta actuaba neutralizando el funcionamiento de la triptófano hidroxilasa. Gracias a ello se consiguió bloquear la síntesis de SPI desde el principio de la cadena enzimática.
En ensayos con roedores a los que se suministró la LP533401 por vía oral se apreció un aumento del anabolismo óseo. Es decir, la formación de hueso nuevo. Estos experimentos han sido de gran importancia, ya que abren una innovadora vía de investigación para el tratamiento de la osteoporosis en humanos basándose en la inhibición de la SPI.
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Resumen y traducción del artículo publicado inicialmente en http://www.nature.com

martes, 17 de febrero de 2009

Creación de mutantes por irradiación en agricultura

El empleo en agricultura de mutaciones inducidas (en las semillas) para mejorar las cosechas es el método preferido para lograr variedades que den resultados superiores a los de las utilizadas anteriormente. Hoy en día se emplean unas 3.000 variedades mutantes, siendo en su mayoría cereales (1.206), aunque también hay bastantes leguminosas (611) y flores ornamentales (454).
Los primeros mutantes se crearon con la finalidad de beneficiar de manera directa al agricultor, mejorando el rendimiento de las cosechas mediante una superior eficiencia en el uso de nutrientes y/o mayores resistencias a condiciones mediombientales adversas. Tras conseguirse estos objetivos -con incrementos notables de la productividad- se buscaron otros nuevos, esta vez con el propósito de aumentar el valor añadido de los vegetales. Para ello se han creado variedades de cebada más nutritivas, con menores contenidos de ácido fítico que las corrientes, lo que mejora la biodisponibilidad del hierro, del cinc y del calcio. Su empleo en alimentación animal permite ahorrar costes en suplementos que contrarresten los efectos del ácido fítico. Además, dichas variedades evitan los efectos ambientales deletéreos del exceso de fósforo que generan los animales alimentados con cebada rica en ácido fítico sobre los terrenos y las aguas. Un ejemplo de estos efectos es la eutrofización, cuyo factor limitante es el fósforo.
Otros mutantes destacados son variedades de soja como la Sakukei 4, que fija el nitrógeno permitiendo reducir el uso de abonos, o la Ichihime que carece de lipooxigenasa, enzima parcialmente responsable del enranciamiento de la grasa.

Además de por la creación de mutantes, la radiactividad es interesante para la agricultura ya que:
1. Provee de sistemas de trazabilidad con el fin de determinar la cantidad de fertilizante que cada planta necesita, pues un exceso podría resultar dañino tanto para el vegetal como para el medio ambiente.
2. Permite la trazabilidad del agua para conocer su distribución a nivel aéreo, superficial y subterráneo, permitiendo de esta manera un mejor aprovechamiento agrícola de la misma.
3. Sirve para esterilizar insectos causantes de plagas nocivas para la agricultura. El método consiste en esterilizar gran cantidad de ejemplares y liberarlos al medio de tal manera que se reduzca la futura descendencia.
4. Esteriliza alimentos, lo que aumenta su período de conservación al eliminar insectos y microorganismos alterantes y patógenos.
5. Evita la germinación de vegetales comestibles cuando ésta no es deseable.
6. Permite realizar estudios sobre la erosión del suelo sometido a distintas prácticas agrícolas.

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Para una mayor información, consultar:
- Flash, Febrero 2009, nº 506
- http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen2/ciencia3/099/htm/sec_15.htm
- http://www.ciencia-ahora.cl/Revista17/13RadiacionesIonizantes.pdf

domingo, 1 de febrero de 2009

Emociones humanas y emociones de animales no humanos (II)

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Entonces… ¿Qué nos diferencia emocionalmente del resto de los animales?
A día de hoy, se sabe que la inteligencia humana es muy superior a la del resto de los animales. No existe ningún animal que sea más inteligente que un niño de 6 años con sus plenas facultades. Cuando nos adentramos en el terreno emocional la cosa cambia. Muchos grupos ecologistas y afines defienden que los animales sienten igual que los Homo sapiens, sobre todo en lo que se refiere a la capacidad para experimentar sufrimiento. Sin embargo, esta premisa no es del todo cierta. No cabe duda de que –salvo excepciones- los animales “superiores” sienten el dolor físico de una forma muy similar a como lo padecen las personas. De igual modo, tampoco debería caber duda de que dichos animales “superiores” pueden experimentar el dolor psíquico tal y como lo hacen las personas. La razón de ello está en que son capaces de sentir angustia, depresión, pena, remordimientos, compasión, etc. Pero, ¿son suficientes estas pruebas para confirmar que algunos animales sufren emocionalmente igual que los humanos? La realidad es que no. Existen al menos 3 diferencias emocionales entre los hombres y los animales:
- En primer lugar, hay que considerar que los humanos pueden experimentar emociones a partir de estímulos que otros animales son incapaces de apreciar en su totalidad. Del mismo modo, los animales pueden captar estímulos productores de respuestas emotivas vedados para el hombre. Así, los perros son capaces de percibir el olor de otros congéneres y, a través del mismo, recibir abundante información sobre el emisor, lo cual puede desencadenar ira, miedo, deseo sexual, etc. Un ser humano, aunque captara el olor de otro perro sería incapaz de descifrar toda la información que contiene y de responder emocionalmente a la misma. Por otra parte, los seres humanos son capaces de responder con emociones ante estímulos cuyo mensaje otros animales no alcanzan a desentrañar. Es por ello que, ante una obra de arte, los animales no se emocionarían salvo que estuviera ligada a otro estímulo mucho más simple, por ejemplo, una ración de alimento. A esto hay que añadir otra cualidad propia de la mayoría de las personas y es que, a diferencia de los autistas y de los animales no humanos, no ven los detalles; sólo les importa el conjunto, el esquema o la idea que se tiene de las cosas. Nosotros sólo vemos el bosque en detrimento del árbol y, además, lo consideramos un mérito. Por tanto, una idea general podría desencadenar en nosotros sentimientos que los animales no llegarían a experimentar.
Se puede resumir el párrafo diciendo que las personas nos emocionamos ante estímulos “con un alto contenido intelectual” indescifrable para los animales. En cambio, estos se emocionan ante estímulos sensoriales que nosotros no podemos captar y/o interpretar.
- En segundo lugar, y refiriéndonos a un sentimiento particular como es la compasión, cabe decir lo siguiente: no es sólo que los seres humanos mostremos compasión por otro ser que sufre, como puedan hacerlo los bonobos u otras especies no humanas. También sabemos que sentimos compasión y, quizá, como consecuencia hayamos estado influyendo en las circunstancias que hay tras los acontecimientos que en el inicio provocaron emoción y sentimiento.
- En tercer lugar, a diferencia del resto de los animales, los humanos tenemos emociones mezcladas. Somos capaces de odiar y amar al mismo tiempo. Por eso los humanos no podemos hacer gala de la lealtad de un perro. Un perro es leal, básicamente, porque es incapaz de mezclar emociones distintas. En la lealtad a su dueño no hay ni rastro de odio.
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Conclusiones finales
El que los animales “superiores” compartan numerosas semejanzas emocionales con los humanos, no implica que se muevan en un nivel emocional idéntico. La inteligencia humana nos permite experimentar sentimientos y emociones ante estímulos que carecen de significado especial para los animales. Por otra parte, algunas adaptaciones evolutivas –ya sean sensoriales y/o de procesamiento de la información- permiten a los animales captar estímulos e interpretarlos de una manera inalcanzable para el ser humano.
Los seres humanos somos conscientes de que nos estamos emocionando, lo cual puede influir en la manera de “entender” el estímulo que ha desencadenado la emoción.
Además, el hecho de mezclar emociones antagónicas aumenta notablemente nuestra capacidad emotiva.
Todo ello nos diferencia de manera crucial del resto de los animales.
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Para más información, consultar:
- En busca de Spinoza, de Antonio Damasio.
- El viaje a la felicidad, de Eduardo Punset.
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Emociones humanas y emociones de animales no humanos (I)

Introducción
El estudio del comportamiento animal ha fascinado al hombre desde hace siglos, si bien no se ha hecho desde una perspectiva científica hasta hace relativamente poco tiempo. Hoy en día, la etología sirve de base para adoptar decisiones políticas que condicionan el comportamiento del ser humano en relación con ciertos animales. Dichas decisiones se han plasmado en normas legales del estilo de las que promueven el bienestar de los animales de renta durante su transporte y sacrificio, las que limitan el sufrimiento y uso de los animales de laboratorio o las que penalizan el maltrato de los animales domésticos. Yendo más lejos, estudios etológicos relativamente recientes con grandes simios –como los llevados a cabo por Jane Goodall (con chimpancés), Dian Fossey (con gorilas) o Biruté Galdikas (con orangutanes)- han posibilitado los polémicos debates sobre la extensión de los derechos humanos a los animales.
Todos los intentos de protección suelen hacer un mayor hincapié en aquellos animales cuyas cualidades cognitivas más se aproximan a las del ser humano. Ahora bien, el meollo del asunto no está en lo inteligentes, o no, que puedan ser estos animales pues no cabe duda de que la capacidad intelectual del ser humano se mueve en niveles muy superiores. El quid de la cuestión se encuentra en lo desarrollada que tienen los animales la capacidad para sentir. Es decir, en sus emociones.
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Con respecto del comportamiento animal se pueden diferenciar dos posturas antagónicas e irreconciliables
1. Los animales como máquinas
Consiste en una visión “pauloviana” y determinista del comportamiento de los animales no humanos. En este sentido se podría afirmar que reaccionan de un modo previsible ante los estímulos. Llevada a su extremo más radical, esta postura nos indicaría que los animales se comportan como máquinas que siempre responden de la misma manera ante un mismo estímulo. Por tanto, no existiría hueco para el libre albedrío ni para pensamientos diferentes de los determinados por la condición genética. Tampoco se podría hablar de emociones como las que experimentan los seres humanos. Por ejemplo, el sufrimiento implicaría dolor físico pero carecería del componente psíquico o éste sería muy escaso.
2. Los animales humanizados
Consiste en equiparar el comportamiento de los animales “superiores” (grandes primates, perros, delfines, ciertas aves, etc.) -y en ocasiones de los “no tan superiores”- al del hombre. Dichos animales no tendrían comportamientos tan deterministas y predecibles como enuncia la postura anterior, sino que serían capaces de tomar decisiones más allá de lo que dicta su genética. Muchas de estas decisiones podrían ser comparables a las que adoptan las personas y, en ocasiones, más acertadas. El que los animales “superiores” no sean tan inteligentes como los humanos no implica que no puedan ser iguales o superiores en el plano emocional. En este caso, su sufrimiento incluiría un componente físico y otro psíquico, ambos bien establecidos.
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En el término medio está la virtud
Cuando tratamos de los animales cognitivamente más próximos al ser humano, vemos que las dos posturas anteriores albergan sólo medias verdades. Si bien es cierto que numerosos comportamientos animales son previsibles y están preestablecidos, no es menos cierto que muchos individuos dentro de una misma especie –incluso simples ratones- poseen personalidades propias y diferenciadas. Considerar el comportamiento de los animales como si estuviera programado es útil en aquellos animales que más se alejan cognitivamente de seres los humanos. En cambio, en los animales que más se aproximan sólo sirve para explicar algunos de sus comportamientos.
Por otra parte, humanizar a los animales supone una gran tentación a la hora de intentar dilucidar su conducta. Por desgracia, esta postura tampoco es del todo correcta ya que atribuye a los animales cualidades que les resultan impropias. En determinados casos –como los estudios etológicos con bonobos o chimpancés- explicar el comportamiento animal en base al humano puede ser un acierto pero en otros –como el intento de arrojar luz sobre las conductas de los perros- suele terminar en fracaso. La humanización de los animales no sólo es problemática porque los atribuyan cualidades psíquicas superiores a las que tienen (por ejemplo, cuando creemos que un perro es capaz de entender un enfado nuestro por un acontecimiento ocurrido hace horas), sino también porque los atribuyen cualidades psíquicas diferentes a las que dicta su naturaleza (por ejemplo, al no comprender que cuando un perro se integra en la familia lo hace entablando una jerarquía).
Así pues, podemos concluir que las “aproximaciones tipo máquina” nos explican bastante bien los comportamientos de aquellos animales que más se alejan cognitivamente de nosotros. Es el caso de pequeños mamíferos, reptiles o ciertas aves. En cambio, deben ser tomadas con precaución al aplicarlas a los animales psíquicamente más desarrollados, como los bonobos o los chimpancés.
A su vez, la humanización de los animales sigue una tendencia inversa, siendo más adecuada para los mejor dotados cognitivamente y menos apropiada para los peor dotados.
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