Continuación del artículo "Emociones humanas y emociones de animales no humanos (I)"
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Entonces… ¿Qué nos diferencia emocionalmente del resto de los animales?
A día de hoy, se sabe que la inteligencia humana es muy superior a la del resto de los animales. No existe ningún animal que sea más inteligente que un niño de 6 años con sus plenas facultades. Cuando nos adentramos en el terreno emocional la cosa cambia. Muchos grupos ecologistas y afines defienden que los animales sienten igual que los Homo sapiens, sobre todo en lo que se refiere a la capacidad para experimentar sufrimiento. Sin embargo, esta premisa no es del todo cierta. No cabe duda de que –salvo excepciones- los animales “superiores” sienten el dolor físico de una forma muy similar a como lo padecen las personas. De igual modo, tampoco debería caber duda de que dichos animales “superiores” pueden experimentar el dolor psíquico tal y como lo hacen las personas. La razón de ello está en que son capaces de sentir angustia, depresión, pena, remordimientos, compasión, etc. Pero, ¿son suficientes estas pruebas para confirmar que algunos animales sufren emocionalmente igual que los humanos? La realidad es que no. Existen al menos 3 diferencias emocionales entre los hombres y los animales:
- En primer lugar, hay que considerar que los humanos pueden experimentar emociones a partir de estímulos que otros animales son incapaces de apreciar en su totalidad. Del mismo modo, los animales pueden captar estímulos productores de respuestas emotivas vedados para el hombre. Así, los perros son capaces de percibir el olor de otros congéneres y, a través del mismo, recibir abundante información sobre el emisor, lo cual puede desencadenar ira, miedo, deseo sexual, etc. Un ser humano, aunque captara el olor de otro perro sería incapaz de descifrar toda la información que contiene y de responder emocionalmente a la misma. Por otra parte, los seres humanos son capaces de responder con emociones ante estímulos cuyo mensaje otros animales no alcanzan a desentrañar. Es por ello que, ante una obra de arte, los animales no se emocionarían salvo que estuviera ligada a otro estímulo mucho más simple, por ejemplo, una ración de alimento. A esto hay que añadir otra cualidad propia de la mayoría de las personas y es que, a diferencia de los autistas y de los animales no humanos, no ven los detalles; sólo les importa el conjunto, el esquema o la idea que se tiene de las cosas. Nosotros sólo vemos el bosque en detrimento del árbol y, además, lo consideramos un mérito. Por tanto, una idea general podría desencadenar en nosotros sentimientos que los animales no llegarían a experimentar.
Se puede resumir el párrafo diciendo que las personas nos emocionamos ante estímulos “con un alto contenido intelectual” indescifrable para los animales. En cambio, estos se emocionan ante estímulos sensoriales que nosotros no podemos captar y/o interpretar.
- En segundo lugar, y refiriéndonos a un sentimiento particular como es la compasión, cabe decir lo siguiente: no es sólo que los seres humanos mostremos compasión por otro ser que sufre, como puedan hacerlo los bonobos u otras especies no humanas. También sabemos que sentimos compasión y, quizá, como consecuencia hayamos estado influyendo en las circunstancias que hay tras los acontecimientos que en el inicio provocaron emoción y sentimiento.
- En primer lugar, hay que considerar que los humanos pueden experimentar emociones a partir de estímulos que otros animales son incapaces de apreciar en su totalidad. Del mismo modo, los animales pueden captar estímulos productores de respuestas emotivas vedados para el hombre. Así, los perros son capaces de percibir el olor de otros congéneres y, a través del mismo, recibir abundante información sobre el emisor, lo cual puede desencadenar ira, miedo, deseo sexual, etc. Un ser humano, aunque captara el olor de otro perro sería incapaz de descifrar toda la información que contiene y de responder emocionalmente a la misma. Por otra parte, los seres humanos son capaces de responder con emociones ante estímulos cuyo mensaje otros animales no alcanzan a desentrañar. Es por ello que, ante una obra de arte, los animales no se emocionarían salvo que estuviera ligada a otro estímulo mucho más simple, por ejemplo, una ración de alimento. A esto hay que añadir otra cualidad propia de la mayoría de las personas y es que, a diferencia de los autistas y de los animales no humanos, no ven los detalles; sólo les importa el conjunto, el esquema o la idea que se tiene de las cosas. Nosotros sólo vemos el bosque en detrimento del árbol y, además, lo consideramos un mérito. Por tanto, una idea general podría desencadenar en nosotros sentimientos que los animales no llegarían a experimentar.
Se puede resumir el párrafo diciendo que las personas nos emocionamos ante estímulos “con un alto contenido intelectual” indescifrable para los animales. En cambio, estos se emocionan ante estímulos sensoriales que nosotros no podemos captar y/o interpretar.
- En segundo lugar, y refiriéndonos a un sentimiento particular como es la compasión, cabe decir lo siguiente: no es sólo que los seres humanos mostremos compasión por otro ser que sufre, como puedan hacerlo los bonobos u otras especies no humanas. También sabemos que sentimos compasión y, quizá, como consecuencia hayamos estado influyendo en las circunstancias que hay tras los acontecimientos que en el inicio provocaron emoción y sentimiento.
- En tercer lugar, a diferencia del resto de los animales, los humanos tenemos emociones mezcladas. Somos capaces de odiar y amar al mismo tiempo. Por eso los humanos no podemos hacer gala de la lealtad de un perro. Un perro es leal, básicamente, porque es incapaz de mezclar emociones distintas. En la lealtad a su dueño no hay ni rastro de odio.
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Conclusiones finales
El que los animales “superiores” compartan numerosas semejanzas emocionales con los humanos, no implica que se muevan en un nivel emocional idéntico. La inteligencia humana nos permite experimentar sentimientos y emociones ante estímulos que carecen de significado especial para los animales. Por otra parte, algunas adaptaciones evolutivas –ya sean sensoriales y/o de procesamiento de la información- permiten a los animales captar estímulos e interpretarlos de una manera inalcanzable para el ser humano.
Los seres humanos somos conscientes de que nos estamos emocionando, lo cual puede influir en la manera de “entender” el estímulo que ha desencadenado la emoción.
Además, el hecho de mezclar emociones antagónicas aumenta notablemente nuestra capacidad emotiva.
Todo ello nos diferencia de manera crucial del resto de los animales.
El que los animales “superiores” compartan numerosas semejanzas emocionales con los humanos, no implica que se muevan en un nivel emocional idéntico. La inteligencia humana nos permite experimentar sentimientos y emociones ante estímulos que carecen de significado especial para los animales. Por otra parte, algunas adaptaciones evolutivas –ya sean sensoriales y/o de procesamiento de la información- permiten a los animales captar estímulos e interpretarlos de una manera inalcanzable para el ser humano.
Los seres humanos somos conscientes de que nos estamos emocionando, lo cual puede influir en la manera de “entender” el estímulo que ha desencadenado la emoción.
Además, el hecho de mezclar emociones antagónicas aumenta notablemente nuestra capacidad emotiva.
Todo ello nos diferencia de manera crucial del resto de los animales.
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Para más información, consultar:
- En busca de Spinoza, de Antonio Damasio.
- El viaje a la felicidad, de Eduardo Punset.
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